
Cuando no estás me sobran las horas, de forma que las domestico y las hago saltar en mis manos dando volteretas y acrobacias varias.
También les pongo nombres como Ruperta, Dulce (esta suele ser de las 5 a las 6, más o menos a la hora de la merienda) y Magdalena (a la hora del desayuno). Pero como no suelo tener muy buena imaginación para los nombres, al resto les pongo tu nombre, y me hace ilusión gritar y susurrar tu nombre continuamente.
Cuando me voy a dormir ellas se vienen conmigo y me arropan, me dan caricias y me susurran al oído como (supongo) harías tú.
Pero por la mañana, cuando me despierto, solo está una, la que tiene mal despertar (de 8 menos 10 a 9 menos 10 de la mañana), el resto se habían ido sin decir nada, cogiendo sus pequeños zapatitos y con la cremallera de sus carcasas casi sin subir. Me dejan, como todas las mañanas, como tu. Lo bueno es que suelen regresar y como ellas hay millones, pero tu ni regresas ni hay nadie como tu, lo que me lleva a echarte de menos.