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viernes, 8 de enero de 2010

Nieve.


Todo se teñía de blanco a la vez que los copos caían de cielo.
Era miles de ellos, millones tirando por lo bajo.
Eran muchos menos los que caían sobre mi, los que eran absorvidos por mi cachecha gris con capucha.
Los guantes de punto ya son inservibles, la nieve se filtra por todas partes, los dedos se ponen rojos y poco a poco pierden su movilidad. ?
¿Y los piés? ¡No hay quien los salbe!
Bueno, solo esas botas montañesas de suela de 15 centímetros, pero no tengo en casa asique salgo con mis tennis de "charol" y correteo cuanto puedo, y más.

La verdad es que es una maravilla salir y correr, que esté todo blanco y que sean tus huellas la únicas que rompen la uniforme capa blanca. Tooooooodos esos piés, en miles de sentidos.
Y lo que más me gusta es que, si mañana no se ha derretido, que llegue alguien y se pregunte de quién son todas estas huellas, quien fue la persona que llego antes que el a pisotearlo todo.

También otra cosa que me encanta es cuando después de la nevada cae una helada tremenda y la nieve está dura; y voy caminando a solas, en silencio y se eschucha el crujir de la nieve dura y del hielo que se encuentra debajo de esta... ¡Dios como me encanta eso!
Solo de pensarlo tengo ganas de cogerme mis guates grises y mi chaqueta y salir a correr, pero seguramente mañana me espere otra gran capa de nieve con la que hacer un enoooorme muñeco.
¡Qué fantástico es esto de la nieve!

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