"Siempre", decía ella.

Me prometía constantemente un "siempre", también decía que yo era el primero pero de vez en cuando dejaba caer que a él le tenía un cariño, supuestamente, casi inexistente.
Un mes y unos cuantos días sin ver su rostro, sin sentirla cerca y cuándo llegaba el día ya no soy el primero y el cariño inexistente que le tenía paso a un amor verdadero, y de los "siempre" que decía quedan el viento que se llevó a las palabras.