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domingo, 21 de febrero de 2010

Un día cualquiera que viví con ella.




Era su tercer cigarro en toda la mañana, y el segundo después de haberse pintado las uñas.
Llevaba puesta mi camisa blanca y sus calcetines rosas de rizo.
Rimel corrido, pintalabios rojo putón esparcido por toda la zona de la boca y un tupé desecho por el agetreo de la noche.









Consumido en su total plenitud el tercer cigarrillo se decidión tomar un tazón de café con leche acompañado de unas galletas.












Yo, tumbado sobre la cama, la observaba mientras desayunaba.
Estaba claro, me había enamorado de ella, de su belleza, de sus encantos. Sus ojos marrones casi inexpresivos, su forma de hablar, su risa floja, sus andares escondidos tras mi camisa blanca, sus "buenos días cariño" a las 12 de la mañana, como el sol que se cuela entre las persianas ilumina su tez blanca...


LE QUIERO.

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