Bienvenidos al mundo donde las niñas de 5 años que soñaban con ser preincesas simplemente han llegado a ser operadoras de telefonías móviles o en otros casos, médicas, periodistas...
Donde los niños que soñaban con ser astronautas, lo más altos que han llegado es a la planta 30 de un bloque de oficinas.
A un mundo donde los sueños se diluyen como el azúcar en el café, como caramelo en alguna boca.
El mundo, la vida, puede imaginarse de muchas formas, pero al fin y al cabo, todos acabamos estando en el mismo mundo, viviendo casi de igual manera la vida; porque ésta no está hecha para ser un sueño hasta el final de los días, porque llegará un día en el que se topará de frente con la realidad, y entonces, estallarán las ilusiones en mil pedazos dejando, únicamente, la opción de derrochar sudor y lágrimas, de caer y levantarse, de abrir heridas y hacer aparecer cicatrices.
Las millones de princesas y/o astronautas se dividarán de tal manera que el número se reduza a nada.
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